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Historia de un equipajero

Sep 10, 2016 | Crónicas, Historias


 

william-equipajeroPor Mauricio López Rueda

 

A las 4 de la mañana, frente a la casa de William Montoya Castaño en el barrio Miramar, siempre canta un gallo de plumas rojas y cresta intimidante, que se para sobre una cerca de madera para saludar el nuevo día, sin ningún recato y con el más mínimo respeto por el sueño de sus vecinos.

 

A William, sin embargo, no le da rabia, pues el animal le sirve de despertador e impide que se le peguen las cobijas, pues al hombre de 48 años, le gusta llegar temprano al Aeropuerto Olaya Herrera, su lugar de trabajo desde hace 28 almanaques. Su labor, equipajero, y debe estar, al menos, desde las 4:30 de la mañana, pues a esa hora empiezan a desfilar los viajeros por los pasillos del terminal aéreo.

 

“Yo acá soy feliz, trabajo muy bueno. Estoy cerca de mi casa, tengo muchos amigos y la gente es muy amable”, dice William, hijo de una madre soltera, Cecilia Castaño, y hermano de 6, aunque dos ya fallecieron.

 

“Siempre me han gustado los aviones, pero no puedo ver los despegues, pues me mantengo muy ocupado. Tampoco he volado nunca, y la verdad, sí me gustaría hacerlo”, expresa el amante del tango y el bolero, quien cobra 3 mil pesos por cada servicio que presta llevando maletas.

 

“No me quejo, me ha ido muy bien. Yo le he llevado las maletas a figuras como Camilo Zúñiga, Juan Guillermo Cuadrado, Caterine Ibarguen, Diomedes Díaz y los integrantes de los Inquietos”, narra William.

 

En el Olaya Herrera trabajan actualmente once equipajeros, todos muy alegres, con amplia historia, y muy apegados al Aeropuerto, lugar que han aprendido a querer a lo largo de los años. 

 

“Esto es muy amañador”, afirma William, quien a las 4 de la tarde se devuelve para su casa, con algunos billetes en los bolsillos, y con una sonrisa de oreja a oreja porque le puede llevar carne a su mamá, y maíz para el gallo que lo despierta todos los días.

 

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