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Esperando el despegue

Nov 9, 2016 | Crónicas

Por: Mauricio López Rueda

El N30JR aterriza suavemente sobre nuestra pista, muy parecido a la forma en que acuatizan las gaviotas cuando tratan de alcanzar un pez. Luego, el avión C90 King Air se desliza hasta los hangares mientras va apagando poco a poco sus turbinas. Una vez allí abre sus puertas y permite que desciendan los pasajeros, un grupo de altos ejecutivos de una importante empresa nacional. El último en bajar es Camilo Quiroz, el piloto, quien tras saludar a los mecánicos y despedirse de sus tripulantes, va y se sienta en un banco, visiblemente cansado, a esperar un nuevo vuelo, un nuevo despegue.

Camilo se hizo piloto porque siempre soñó con viajar en avión, desde pequeño. Un primo suyo se adelantó en el camino, Luis Carlos Flores, pero no alcanzó a superar ninguna frontera, pues falleció tras un grave accidente en el alto de Boquerón. “Eso fue muy duro para la familia, pero ni así me olvidé del sueño de volar. De todas maneras me hice piloto”, cuenta Camilo, quien conduce aviones desde 1998. El bello C90 King Air lleva más de 6 mil horas de vuelo, de las cuales 600 han sido con Camilo Quiroz en la cabina. Ya se conocen bien avión y aviador; son cómplices de innumerables aventuras y, al parecer, les quedan todavía muchas millas por delante. “La vida del piloto está en el aire. Cuando uno aterriza ya está pensando en el próximo vuelo, añorándolo, esperando despegar lo más pronto posible”, expresa el ‘Capi’, quien presta sus servicios para la empresa PC Mejía.

Cuando era niño se la pasaba jugando con aviones y helicópteros de juguete. Pocas veces tocó un balón o se subió a una bicicleta. Su vida estaba destinada para avanzar por los cielos. “Soñaba mucho con esto y no me quejo, soy feliz siendo piloto, aunque a veces se pasan momentos malos”, cuenta Camilo, quien en varias ocasiones ha tenido que tragar saliva debido a los peligros que se corren en los días de mal tiempo. “Una vez sentí miedo porque a la una de la mañana, con un clima pésimo, se me estaban apagando los dos motores. Ese día la vi negra, pero fui capaz de llevar a buen puerto el avión”, señala el aún joven piloto, quien les recomienda a todos aquellos que sueñan con volar que, por encima de todo, respeten las reglas y las recomendaciones de las autoridades aeroportuarias. “Que no se olviden que uno no puede volar más de siete horas diarias, que no puede aterrizar más de diez veces al día y que no puede estar en el aire más de cinco días seguidos”, recomienda.

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